Sunday, November 06, 2005

El curioso incidente de un médico con Cervantes


No sé si de forma fortuita o buscada, han tenido que pasar la friolera de cuatrocientos años de la publicación de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, para que Cervantes tenga la suerte o ventura de encontrarse no con un médico escritor, sino con muchos en torno a un libro.
Encuentros tuvo el de Alcalá de Henares con nuestros antepasados galenos, a los que siempre trato con deferencia y tino literario, pero nunca pudo llegar a imaginar que apareciera un libro como el que presentamos en estos momentos, escrito casi íntegramente por médicos y en su querida lengua.
Han sido muchos años de espera, pero este libro sin duda significará un encuentro definitivo y decisivo en la historia del genial y universal escritor.
Los médicos sabemos como Cervantes mucho de lenguaje. No sólo intentamos mimar las palabras y sentirnos conmovidos por ellas, o esperanzados, sino que intentamos llegar al alma de las personas a través de sus rostros, sus manos, su vida. Los médicos como los escritores nos sentimos en nuestra salsa rodeados de signos y síntomas, de palabras y anhelos, de tristezas y alegrías. Intentamos ir siempre de lo simple y sencillo a lo complejo, ya que es justamente ahí donde encontramos la maravillosa simplicidad del complejo hombre. Ya decía Ortega y Gasset, en sus “Meditaciones del Quijote”, que: “Sólo cuando algo ha sido pensado, cae debajo de nuestro poder. Y sólo cuando están sometidas las cosas elementales, podemos adelantarnos hacia las más complejas”.
Cinco años de cautiverio en Árgel fortalecieron la voluntad de Miguel de Cervantes, tiempo que recuerda mucho a los médicos a sus años invertidos en la universidad. Diferentes cautiverios, eso sí, de personas que entienden posteriormente su dedicación a los demás como dulce obligación que dicta su vocación. Necesitamos tanto a los demás que sin ellos no podemos ser nosotros mismos.
Compartimos también con el universal escritor, nuestra vocación segunda por las escritura. Nuestros trabajos, en principio, distan de estar bajo la difícil tarea de la creación literaria, pero no entendemos nuestra vida sin ella. Algunos de los médicos humanistas españoles también han gozado o gozarán del brillo de la posteridad que infunde el éxito en las letras, pero lo que nos reúne a los participantes de estas Jornadas de Médicos Escritores y Artistas en Málaga, es nuestra devoción por la literatura. No podemos entender ninguno de nosotros nuestras vidas sin los libros y sin nuestros escritos, que sin duda explican gran parte de nuestras biografías.
Y claro a todo eso le sumamos, no sólo nuestra admiración y respeto por Don Miguel de Cervantes Saavedra, sino también nuestra deuda con el ingenioso hidalgo Don Quijote. Él personifica la figura del héroe al que está predestinado todo médico que hace de su profesión su vida, en el sentido orteguiano de la expresión: “Porque ser héroe consiste en ser uno, uno mismo. Si nos resistimos a que la herencia, a que lo circunstante nos impongan unas acciones determinadas, es que buscamos asentar en nosotros, y sólo en nosotros, el origen de nuestros actos”. Le debemos por tanto mucho a ese manchego universal, inseparable de su escudero Sancho.
Pidiendo permiso al autor inglés Mark Haddon, autor de ese magnífico libro titulado en español “El curioso incidente de un perro a medianoche”, cada una de las ponencias que aparecen en este libro son en realidad curiosos incidentes de médicos humanistas con Cervantes. No sabíamos homenajear de mejor forma tanto a Cervantes como a su personaje El Quijote, ya que en justicia todo médico escritor está en deuda con ambos.

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